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Vivan las noches, el sol, la sal en tus labios.

Lo que me hizo una señora hace mucho.

Lo que me hizo una señora hace mucho.

Su mirada lasciva no dejaba lugar a dudas. Es R. la señora madura que conocía aquel día gris de invierno. Nunca pensé en tener ninguna relación sexual con ella. Nunca me lo había planteado. Pero su mirada, sus gestos y sobre todo su lengua, no me dejó otra salida.

Me dijo que me estuviera quieto, que ella era la experta, que me ganaba en edad. Tenía razón. Me dijo que me pusiera de pie y cerrara los ojos. Así lo hice. Me dijo que me iba a desnudar. Y así lo hizo. Me quito el calzado, los calcetines, el pantalón y el calzoncillo. Por ese orden. No me quitó nada más.

- Así me das mucho más morbo. Sigue sin abrir los ojos, ¿vale?

- Vale.

La escucho alejarse, sigo sin  abrir los ojos. Se acerca de nuevo y me coloca una tela en los ojos.

- Ahora estarás más cómodo.

Noto que se pasea a mi alrededor. Me mira. Sigo de pie, me excita esta situación. Siempre me han excitado esos momentos extraños, fuera de lo normal, esos momentos de morbo máximo, inquietantes e imprevisibles.   Noto como se ha sentado en una silla a mi espalda.

- Así estoy más comoda susurra.

Su mano se desliza entre mis nalgas, me pide que abra un poquito las piernas. Noto como sus dedos se adentran hasta alcanzar mis huevos. Los acaricia, estira, los frota. Sigue metiendo la mano un poco más hasta alcanzar mi sexo. Nunca me la habían tocado así. Es realmente placentero y extraño a la vez.

Siento su mano entre mis piernas hasta alcanzar la punta de mi polla. Se coloca un guante de latex. Así me lo comenta. 

- Ponte un poco en pompa.

-¿Así?

- Perfecto...

Le ofrezco mi culo, mi sexo. Todo lo que hay entre mis nalgas y mi abdomen está a su alcance mientras sigue sentada cómodamente. Esta entrega me excita. Me derrito, me mojo, gimo casi sin que ella me toque.

Su boca se acerca a mi ano y noto como explota su saliva entre mis nalgas. Lo repite tres veces. Su caliente saliva se precipita por mis muslos. Ha mojado también mis huevos. 

Finálmente. Con lentitud premeditada, con deseo, con palabras que pronuncia a mi espalda hasta llevarme al éxtasis. Su dedo se adentra ábilmente en mí. Un ligero movimiento circular facilita la entrada de un chorro de placer que me llena y me hace suspirar y gemir. 

Giro la cabeza. Quiero verle la cara en este momento. Verla me hace sentir más placer. La observo mientras se adentra poco a poco. Mientras me llena de placer con un nuevo método. La miro perversa, cariñosa y dura a la vez. La veo sensualmente feliz, disfrutando de mi y disfrutando conmigo.

- Me encanta. Dice.

- A mi también.

Hace mucho que no vuelvo a sentir nada parecido. Y es una pena. Lo echo de menos.

2 comentarios

masymas -

Espero que lo puedas repetir pronto, tanto la visita, como la experiencia... ¡Un saludo!

joselor -

wow que rico, lo he probado...