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Vivan las noches, el sol, la sal en tus labios.

¡Ahora, ahora!

Su lengua se relame mientras sus dedos no dejan de acariciarse el cuerpo. Está desnuda, sobre la cama, la melena revuelta y la boca entreabierta. La miro con deseo, pero me ha dicho que no me mueva, que mire y disfrute. Solo eso.

Recorre con sus dos manos los pechos, los agarra y los acaricia con decisión. Baja por el cuerpo hasta el ombligo y de allí pasa a su sexo que ya está mojado. Lo veo palpitar, brillante, húmedo. Ella comienza a sudar. Su coño desaparece entre los dedos de su mano derecha, con la izquierda, se sigue acariciando las tetas donde los pezones ya están duros desde hace un buen rato.

Chupa los dedos y su clítoris los recibe uniendo las humedades de su entrepierna y de la suave boca que ya empieza a jadear. Cuando está muy cerca del éxtasis, me llama entre gemidos. Me acerco. Me sujeta la cabeza y hace que mi boca coincida con su clítoris que está a punto de estallar. Y lo hace en ese momento, entre mis labios, chupado por mi lengua. Me ha reservado para que mi lengua encendiera la mecha y al segundo explotar de placer. Moja mi boca y mi cara. Me encierra entre sus piernas, siento su abdomen y recibo sus continuos espasmos.  

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