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Vivan las noches, el sol, la sal en tus labios.

Masajes

Masajes

Pués sí, hoy he tenido la suerte de terminar de leer un libro muy interesante sobre masajes. Es un arte que siempre me ha llamado la atención. Un masaje es un océano de sensaciones para las dos partes, tanto si lo das como si lo recibes. He podido disfrutar en los dos lados y para mi sería muy difícil tener que elegir. Dar placer o recibirlo. Pienso que las dos ideas van unidas si lo que se quiere es alcanzar la plenitud.

Me gustan los masajes de toda la vida, esos en los que las manos son el pincel y la espalda el lienzo. No hay nada más relajante para una espalda cargada o un cuello tenso. Disfruto enormemente deslizando mis manos desde la nuca al final de la espalda, y se me eriza la piel cuando yo soy el que está tumbado bocabajo y unas manos femeninas se recrean. Podemos decir que este masaje es el más común y el que todos conocemos. Pero... ¿cuantos tipos de masajes hay?. Infinitos diría yo. La imaginación al poder.

No limites tu idea de masaje a tus manos y a una espalda. Todas las partes del cuerpo son susceptibles de ser masajeadas y con todas se puede realizar un masaje placentero y lleno de morbo. Deja volar la imaginación y disfruta de la libertad de la mente y el cuerpo. Los lugares donde dar un masaje darían para otro post. Es bueno variar, no limitarse a la cama, existen muchos otros sitios donde disfrutar de situaciones morbosas. Me encanta hacer del masaje un acto sexual y sensual.

Me centraré en su masaje. Siempre sonriente, labios carnosos y rojos, con esa mirada de ojos grandes y esa sensacion de inocencia que me transmite cada vez que me mira. La recuerdo desnuda, rasurada para mi y recien duchada. Las tetas se deslizaban por mi espalda mientras sentía su respiración en mi nuca. Una y otra vez, sin cesar, una maravilla. El tiempo pasaba tan rápido y eran tantas las cosas por hacer que me quede con las ganas de seguir masajeándonos durante horas.

Seguir pasando por las nalgas sus exuberantes pechos, mientras su lengua humedecía la piel por donde, acontinuación, iba a deslizar sus ya erectos pezones que, cada vez, se pondrían más duros, debido al roce con mi piel. Girar mi cuerpo y no cesar el "paseo" de las tetas por todos los poros de mi desnudez. Unir nuestros pezones a la vez que lo hacen las lenguas, presionar las tetas contra mi pecho, mi abdomen, mis muslos, mi sexo. Un masaje que engancha, lleno de pequeños detalles intensos que dispara las ganas de volver a repetirlo cuanto antes para aumentar los juegos, explorar nuevos rincones y disfrutar con cada suspiro de ella.

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